(Justo
Lacunza Balda)
8
de Noviembre 2017
El
pasado lunes 6 de noviembre el presidente de Zimbabue, Robert Mugabe
(1924), destituyó de manera fulgurante al vice-presidente Emmerson
Mnangagwa (1942) que muchos creían que iba a ser el sucesor del
dictador de Zimbabue. Desde hace algún tiempo se venía notando en
el país la presencia en público, cada vez más acaparadora y
ambiciosa, de la esposa del presidente, Grace Mugabe (1965). Ningún
analista de la situación política en Zimbabue duda de que, en la
sombra de la maniobra de Mugabe, aparecen velados los tentáculos
intrigantes de la primera dama. Se ha descubierto que en realidad es
ella la que aspira a ser la sucesora de su esposo. La caída brusca
de Mnangagwa parece que se ha debido al abucheo que sufrió Grace
Mugabe por parte de sus propios seguidores en la ciudad de Bulawayo,
la segunda más importante del país. La protesta ocurrió el sábado
día 4, apenas unos días antes de que el vice-presidente fuera
fulminado.
En
las últimas semanas la copia presidencial había mostrado su
descontento con el vice-presidente, advirtiendo que su destitución
era posible. En la trayectoria política de Mugabe lo de “posible”
se ha traducido siempre en “real” cuando era cuestión de
destituir, amenazar, torturar o encarcelar. Las consecuencias de la
oposición al poder estatal en Zimbabue no han cambiado desde la
llegada de Mugabe al sillón de mando en 1980. Del anuncio del
decreto presidencial contra el vice-presidente se ha encargado el
portavoz del partido Zanu-FP (Unión Africana de Zimbabue-Frente
Patriótico), Simón Khaya Moyo. Acusó al vice-presidente Mnangagwa
“deslealtad, falta de confianza y engaños”. Con los tiranos hay
siempre tramas ocultas y conspiraciones en ebullición. En muchos de
los casos se dan cita también la brujería y el envenenamiento.
La
vice-presidencia no supone un gran problema para Mugabe. Está más
que acostumbrado a barrer de un plumazo a sus adversarios y rivales.
Si fuera solamente con una decisión bien calculada, quizás podría
pasar inadvertida, pero en este caso las intrigas y manipulaciones
parecen tanto enrevesadas y complejas como aceradas forjadas para
sujetar bien las bridas del poder. Ahora lo que se espera es la purga
despiadada de los seguidores de Mnangagwa que trabajan tanto en el
partido Zanu-FP como en la administración. Ee esa limpieza general,
que Mugabe va a emprender en su vejez, va a tener el apoyo
incondicional de su esposa. Esta ha prometido acciones judiciales
contra el ex vice-presidente. Grace Mugabe ha declarado sin pelos en
la lengua que “Mnangagwa odia Mugabe desde la independencia”. Y
ya se sabe en los regímenes dictatoriales la persona del dictador de
turno es sagrada para su allegados, seguidores y admiradores. Por eso
el argumento del “odio contra Mugabe” en Zimbabue es una de la
armas poderosas que sin duda está utilizando la primera dama para,
tarde o temprano, subir al trono de la nación.
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